Para aquellos de vosotros que me seguís y siempre estáis insistiendo que debería hacer un post hablando de la fauna, aquí está, incluyendo también la flora.
Si los paisajes patagónicos me han sorprendido, la fauna y flora que he visto, han completado aún más esta experiencia tan remota.
De camino al hotel me sorprendió tener que parar en mitad de un camino porque había un atasco de corderos intentando cruzar la calzada…y al ser varios miles, tuvimos que esperar nuestro momento para poder continuar.
En ocasiones he tenido la sensación de estar en un safari y además, al ser finales de primavera, había una explosión demográfica que hacia aun más bello el encuentro y observación de estos animales.
He visto animales muertos que son el sustento de otros, decenas de manadas de guanacos con sus guanaquitos, miles de borregos con sus corderitos, decenas de mofetas con mofetitas curiosas que se acercaban tímidamente hacia mi, hasta que mama mofeta les advertía y huían del foco de mi cámara, patos seguidos de una prole de patitos enloquecidos, cientos de vacas con sus terneros, decenas de ñues…..uno de ellos con una camada de 14 ñuecitos que no se por qué me recordaban a los dibujos del pájaro loco, zorros grises, gatos monteses, decenas de pájaros carpinteros agujerando los árboles, solitarios huemiles y otros muchos.
Pero me quedé con ganas de ver al puma. La cima de la cadena alimenticia del parque solo se puede ver al alba o al amanecer….así que lo tuve que ver en las fotos que tomaron unos periodistas alojados en el hotel en busca y captura (fotográfica) del puma y que en una de las cenas, a las que me invitaron a unirme, me comentaron sus encuentros, anécdotas y curiosidades sobre este animal que me fascinaron.
En cuanto a la flora, es totalmente diferente a la que se puede ver en el hemisferio Norte. Me llamo mucho la atención las orquídeas porcelánicas (mucho mas pequeñas que las que crecen en las zonas tropicales), los muchísimos arbustos subantárticos como el cojín de la suegra (mata barrosa), el mata-negra y el calafate (con cuyas bayas se hace un delicioso calafate sour, primo hermano del pisco sour), enormes lengas milenarias cubiertas de líquenes (que solo crecen en aquellos lugares donde el aire es totalmente puro), zapatitos de la virgen, ciruelillos…..
El Condor es el ave carroñera no marina más grande que existe y está considerado el dueño de los cielos de los Andes. Pesa mucho y ello es un inconveniente para volar, así que planea por el cielo con unos breves aleteos que le permiten corregir el vuelo y estabilizarse.
Desde que viajo por Sudamérica me ha llamado la atención este ave, así que por la mañana del sexto y última día, fui con Chris a visitar las condoreras, una montaña cercana al hotel, con un paredón vertical donde viven y anidan.
Después de una breve caminata de una hora hacia arriba, se llega a la cima desde donde se tiene una vista impresionante. De un lado la estepa que se extiende hasta el monte Bagüales, frontera con Argentina, y de otro el lago Sarmiento y el Macizo del Paine. No hay signos de presencia humana, solo grandeza e inmensidad.
De camino al borde del paredón vemos restos de lana de borrego enredada en la mata-negra….mucha lana. Parece ser que hace unos días un puma ha estado enseñando a cazar a un pumita y en una noche se ensañó con 40 borregos.
Siempre que vas expresamente a ver animales estos no se dejan ver, pero en esta ocasión, me estaba haciendo una foto en el borde de la montaña cuando por el rabillo del ojo vi dos condores posando para nosotros. Fue espectacular, nos miraban, esperaron a que preparáramos las cámaras, les hiciéramos un buen reportaje y cuando se cansaron se dejaron caer al vacío, sobrevolandonos en un par de ocasiones para mostrarnos la majestuosidad de su vuelo.
Regreso al hotel satisfecho y fascinado por haber tenido tan cerca a estos míticos animales que son monumento natural de Chile desde 2006 y que tienen un importante papel en el folclore y la mitología de los países andinos.
Y como es costumbre estos últimos años, siempre me despido de un destino a lomos de un caballo, con su paso tranquilo, elegante….que te hace disfrutar con detenimiento de los paisajes un metro más arriba de lo acostumbrado y sin tener que ir mirando por donde pisas.
Los paseos en caballo me parecen románticos, lentos, preciosos, melancólicos por eso siempre los dejo como ultima actividad, como despedida de aquellos destinos que me tocan el alma.
La cabalgata fue por el bosque de la estancia Lazo (desde donde empecé la caminata del Paso de Agostini con Rosario). Antes de empezar, el gaucho que me acompañaba, me dijo con seguridad y sin inmutarse que el bosque era mágico.
Aunque he paseado por muchos bosques de lengas milenarias estos días, ninguno tenia la energía de este, ninguno palpitaba como este y ninguno parecía estar tan vivo y encantado como este. Por momentos creía estar en el bosque de lengas vivas del señor de los anillos.
Lo cierto es que durante el incendio de diciembre del 2011, el fuego rodeó este bosque y estancia, creando contra toda esperanza, una especia de isla que se salvó del fuego.
Preciosa manera de acabar mi estancia terrestre en la Patagonia. Parto hacia Punta Arenas desde donde empiezo la exploración marítima del Sur del Sur.
ains…. ¡que potito tó lo que cuentas!!!!
Bonito relato. Cuanto aprendo. Oye, me estan entrando ganas de ir en busca del Puma
que guay….quina mescla més acertada, entre Cavanilles i Felix Rodriguez de la Fuente…….. ideal,….estàs que te «sales nene»…… BSTOS
Lo que mas me gusta,aparte de ,las flores, los animales, tus relatos, que son preciosos, es verte montando a cavallo, me recuerdas a mi padre, que envidia, sana, pero envidia.
Esta no era la fauna que yo esperaba……………a pesar de ello me ha parecido muy interesante lo que cuentas y muestras , pero sigo esperando el reportaje de la otra fauna ! besets