
Para empezar bien un viaje largo, he planificado 3 días en Sydney sin ningún plan, solo descompresionar después de tantas horas de avión y empezar a desconectar.
Desconectar de la rutina diaria, de la presión del trabajo, de las obligaciones habituales.
Desconectar del modo “diario” y pasar al modo “vacaciones”, lo que a veces no es nada fácil.
Llegar a una ciudad que no me es nueva (estuve aquí con Chevi a principios de 2008), hace que me sienta tranquilo, sin planes y sin ansia por ver nada en concreto. Además esta es la primera de tres veces que pasaré por Sydney durante el mes de estancia en este país.
Eso supongo que tendrá que ver con la extraña sensación que tengo desde el mismo momento que aterricé en esta ciudad: no tengo prisa.
O quizás sea porque es verano, el cuerpo se relaja, el agradable calor que te provoca escalofríos al salir de la terminal del aeropuerto, o quizás el atontamiento provocado por las 10 horas de diferencia.
En estas condiciones el cuerpo enloquece, el cerebro no entiende que cuando debe dormir tienes que ponerte en marcha, que cuando habitualmente le estas pidiendo que se ponga en marcha, le obligues a intentar dormir.
Someter al cuerpo a este tipo de prueba extrema es divertido e instructivo. Educar al cuerpo a hacer lo que tu quieres y no lo que él cree que deba hacer, no es lo habitual y te enseña a controlarte, a tomar conciencia de tu cuerpo.
El primer día en Sydney estoy atontado. Los vuelos son larguísimos y parece que no llegas nunca. Cuando aterrizas no sabes en qué día estás ni cuantas horas llevas volando, por lo que estás lento, mas atontado que lo habitual y con unas ganas enormes de dormir.
Pero eso es lo último que hay que hacer, así que voy al hotel, deshago la maleta y me lanzo al gimnasio a correr un rato y activar el cuerpo.
Y para ser consciente que estoy en una de las ciudades más bonitas del mundo, que mejor que alquilar una bicicleta en Sydney Bikes y hacer un recorrido por los lugares más icónicos empezando por la bahía y la ópera.
Me siento fascinado al ver de cerca el símbolo de Australia, ese icono de la arquitectura contemporánea, ese edificio que desde pequeño, al ver las imágenes de fin de año, me hacia soñar, viajar y desear verlo en alguna ocasión.
Aunque hayas visto esa imagen infinidad de veces, acercarte a esos cascarones cubiertos de cerámica siempre te provoca un escalofrío, una sensación de sentirte pequeño, ínfimo, de querer llorar, de estar agradecido al ser humano por ser capaz de crear semejantes maravillas y por permitir que se construyan.
Cuando me he embriagado de Opera, continuo por Mrs Macquaries point y los Royal Botanical Gardens desde donde hay una imagen muy curiosa del skyline de la ciudad invadido por una masa de árboles, como si avanzaran hacia ellos para fagocitarlos.
Mar azul, cielo limpio, bahía, piscinas, entrenadores personales por horas y Hyde Park con
la preciosa fuente, un gaitero tocando, la catedral, los rascacielos, los ficus gigantescos…brutal.
Y al fondo del parque el siempre emotivo ANZAC Memorial que merece un post reflexivo especial.
Después del reseteo provocado por el memorial, necesito hidratarme, así que para tomar conciencia de la ciudad, subo al bar 360º de la torre de Sydney (mejor que al mirador y mucho más económico) desde donde hay unas vistas inmejorables y desde donde se ve la curiosa y afortunada orografía donde está ubicada.
Continuo por la zona comercial por excelencia, abarrotada de gente con las compras navideñas y descubro un par de lugares dignos de mención en Georges Street.
El Ivy (330, Georges Street) es un oasis en mitad del ajetreado centro financiero de la ciudad, la unión de varios edificios para crear una concepto glamuroso de hotel, bares, residencias, tiendas, espacios para eventos, preciosos restaurantes (entre los que
destacaría Ucello) y la única piscina de Sydney sobre la terraza de un edificio. super recomendable ir a tomar una copa a la piscina antes de cualquier cena por la zona.
Continuo y me llevo una gran sorpresa al descubrir la torre cilíndrica del Australia Square Building (264, Georges Street) un icono desconocido de la arquitectura contemporánea australiana. Me encanta el colorido mural que rodea el círculo de ascensores y que reemplazó en 2003 al original de Le Corbusier que se había descolorido.
Cojo el ascensor y en la Planta 42 hay un restaurante con bar, el O bar and dining, que me parece el lugar ideal para descansar un buen rato mientras observo la ciudad a mis pies. El bar, también gira como la torre, pero estas vistas, aunque más bajas, me parecen mucho mejores que las de la Sydney tower.
Después de recuperarme, es hora de abordar el puente y sobrecogerme con las mejores vistas de la ciudad, la opera, los barrios del otro lado de la bahía y el placer de cruzar en bicicleta el puente, con esa sensación de solida fragilidad que dan estas estructuras.
Después de decenas de horas sin dormir, varias horas de vuelo, kilómetros de bicicleta, reflexiones profundas y un cansancio agotador, tomar conciencia de la ciudad, hacerme la idea que estoy en las antípodas, que es verano, que estoy de vacaciones y que empiezo a no tener la necesidad de revisar mis e-mails, me voy a dormir sin ningún plan para los días siguientes.
Y el no tener plan es el mejor plan, ya que hace que hagas descubrimientos maravillosos.
Los otros dos días los pasé sin visitar la zona turística, descubriendo barrios residenciales que te aportan una idea más clara de cómo es la ciudad donde viven los locales.
El segundo día descubrí los barrios de Surry Hills y Darlinghurst.
Para empezar con día con energía el aconsejable Pieno (285, Crwon st), el mejor lugar para desayunar al aire libre, sintiendo el calor del verano, con un excelente servicio y una carta de desayunos variada con todo tipo de opciones. Aconsejable el gran desayuno vegetariano.
Que delicia, pasear sin rumbo fijo, descubriendo un barrio del que no tienes información y dejarte sorprender por la arquitectura baja de un piso, los tipos de negocios tan auténticos, bares, tiendas, barberías, lectura de tarot, restaurantes.…
Hago un recorrido por Goulburn St – Crown St (con toda una variedad de bares y restaurantes) – Bourke St – Taylor Square – Green Park – Escuela Nacional de Arte (maravillosa!!!) – Burton St y Oxford Street.
Paro a comer en el alternativo Folonomo que me seduce porque es un proyecto social que nunca había visto ni imaginado que existía. En el mismo edificio hay un café, una galería de arte y un restaurante, donde todos los beneficios son donados a causas sociales.
Se definen como un actividad amigable con el medio ambiente, con conciencia ética de comunidad (We are a building progressive, ethically minded, community focused & environmentally friendly business). Todo el beneficio es entregado a causas sociales, un 50% a causas seleccionadas por los clientes a través de un sistema democracia de nominación y votación y el otro 50% a causas a largo plazo elegidas por el personas y the Pure foundation.
Todo un ejemplo admirable y el primer ejemplo (no conozco otros) de una empresa social que destina todos sus beneficios a hacer del mundo, un lugar mejor.
Para sentirme totalmente integrado en la vida diaria de Sydney necesitaba participar en alguna actividad cultural y descubrí un teatro de barrio llamado Belvoir, alternativo, tipo berlinés, con un escenario en forma de pentágono y rodeado por gradas de asientos que están literalmente encima de los actores. La obra “Girl Asleep” que me parece desternillante.
Y para cenar al Mamasan Surry Hills un bar de tapas japonesas muy informal pero delicioso recomendado por mi amiga Eva.
La arquitectura de este barrio me parece muy autentica. No hay grandes edificios, son todo casas de una planta de estilo victoriano, la mayoría con balconada de madera y de colores vivos, combinadas con jardines y pequeñas plazas. Es como una mezcla de las casas tropicales de Key West (la Florida), las casas de Valparaiso y las pink ladies de San Francisco pero mucho más modestas, discretas y humildes.
Trabajar en turismo, hace que en muchas ocasiones prefiera no visitar zonas turísticas sino que busque las partes más auténticas y reales de la ciudad, los barrios residenciales donde apenas hay turistas y que tienen más vida, mucho encanto y en definitiva son más reales de lo que son las partes más visitadas. Muchas veces no son las zonas mas bonitas, porque hay casas por restaurar, coches aparcados en las calles, cables de la luz….pero es más real, y es lo que busco.
El tercer y último día voy a desayunar a otro restaurante más que aconsejable, Bills (359, Crown Street) con una carta de desayuno y tés incluso mejor que el Pieno (aunque la terraza de este es inigualable para disfrutar del verano entre plantas).
Tras un energizarte desayuno, salgo a pasear sin rumbo fijo, esta vez hacia la estación central y descubro otro barrio fascinante llamado Inner West, una ecléctica mezcla de estudiantes, góticos, hippies urbanos, artistas, inmigrantes, lesbianas, comunidades aborigenes…..y una sorprendente arquitectura.
Para mi sorpresa, llegando a la estación, veo del otro lado un edificio que sobresale y me
llama la atención, así que me acerco hacia él.
Y wow!!!!!, Central Park, es una especie de laboratorio de pruebas donde varios arquitectos de primer nivel están diseñando nuevas maneras de vivir, nuevos conceptos más sostenibles, saludables y mixtos, ya que aúnan trabajo, ocio, zona comercial, vivienda, restauración….
Para hacer realidad este vasto proyecto se han unido dos premios Pritzker de arquitectura (Jean Nouvel y Normal Foster) con diseñadores, ingenieros, paisajistas, artistas y vecinos. Profesionales de Sydney, Londres, Paris y Copenhague han unido esfuerzos y visiones para la creación de este impresionante proyecto, que por supuesto destaca por una visión sostenible sin precedentes. De hecho Central Park es uno de los proyectos verdes mas importantes del planeta, que marcará un antes y un después en el modo en que se entiende la arquitectura sostenible.
El primer edificio icónico es el diseñado por Jean Nouvel con un fantástico jardín vertical de unas dimensiones que jamas había visto (ni siquiera imaginado que fuera posible) y con una cubierta de espejos que sobrevuela el edificio y reflejan la luz del sol a la zona comercial.
Me sorprende gratamente el diseño de los espacios abiertos, la zona de restauración con vistas a las zonas verdes de la calle, la pantalla-pared de los ascensores y una zona con varias maquinas de recreativos gratuitas con juegos de los años 80 que me recuerdan a mi época adolescente en los recreativos de Albaida.
Y si, no pude evitar la tentación de pasar un buen rato jugando a los comecocos y a la nave que dispara marcianitos. Menudo flash back impresionante a los 80’s!!!
He dado un largo paseo por dentro del edificio y lo he rodeado para ver todas los edificios que están construyendo a su alrededor. Parece ser que este barrio se está convirtiendo en the place to be de la ciudad sobre todo cuando Norman Foster acabe DUO, un edifico de viviendas justo enfrente.
Lo más interesante de viajar por grandes ciudades es que puedes descubrir las tendencias urbanas en estilos de vida, a qué nos enfrentaremos en España cuando lleguen dentro de varios años.
Justo enfrente del Central Park está la UTS (University of Technology of Sydney), que vendrá a ser una especie de MIT pero en el Hemisferio Sur. Ocupa varias manzanas de edificios curiosos y algunos que están en construcción. Me gustan mucho los mensajes que hay en las vallas de las obras con frases dichas por estudiantes extranjeros que me da mucho que pensar.
Entre estos nuevos edificios, residencias de estudiantes, vallas….me acerco a un callejón que en cualquier lugar del mundo sería inútil e insalubre, y descubro Spice Alley, un callejón que me lleva directamente a Kyoto, decorado con farolillos japoneses y un montón de restaurantes de street food que ocupan todos los recovecos del callejón con mesitas, sillas y pequeñas barras pegadas a las cocinas. Y un estupendo lugar de solo postres llamado Koi donde me dejo tentar por la vitrina estupenda de dulces.
De camino hacia el hotel, Camino hacia George Street y me quedo fascinado con el edificio
que Frank Gery ha diseñado para uno de los edificios de UTS, el Chau Chak Wing building. Parece como un papel plegado, con unas ventanas curiosas que sobresalen y unos ladrillos desencajados que aportan un dinamismo brutal a la fachada.
Que gusto ir de descubrimiento en descubrimiento sin haber planificado nada.
Antes de acabar el día necesitaba una dosis más de cultura local, así que voy al Golden Age cinema. Una sala con solo 60 butacas y donde solo proyectan películas antiguas, de culto o bien cosas raras, curiosas y fuera de circuito comercial. Me parece un concepto estupendo y muy arriesgado. El cine está en la antigua sede de Paramount con una discreta decoración Art Deco y una bar donde te puede pedir comida o bebida para entrar en la sala.
Y para acabar el día enfrente del cine está el restaurante Legrain, un asiático muy recomendable y uno de los más populares de Surry Hills, por lo que se recomienda reservar.
Cuando paseas, sin itinerario, solo y sin móvil…te arriesgas a descubrirte a ti mismo pensando y reflexionando….y ves con asombro y tristeza que algo que debería ser normal se ha convertido en ocasional. Cuánto daño están haciendo las nuevas tecnologías haciendo no pensar a la gente, estamos en una especie de gran hermano disfrazado de tecnología, una neo-esclavitud mental del siglo XXI.
Hay ciudades del mundo que son faros e irradian tendencias y conocimiento al resto del planeta. Para mi, Londres es el faro del mundo, de allí nace casi todo, allí se concentra una cantidad de talento creativo en todos los campos, digno de admirar. Otras, como San Francisco destacan por ser el faro tecnológico, de allí nace todas las tendencias mundiales en este campo, Nueva York sería como Londres pero a la americana (con lo bueno y malo que ello conlleva), Milán destacan por la moda y el diseño interior y Tokyo, aunque también irradia al resto del mundo, no recoge las inquietudes del resto de Asia.
Y con permiso de todas las grandes ciudades sudamericanas, que principalmente miran a su vecino del norte y se dejan influenciar en lugar de crear, Sydney se convierte en el faro del hemisferio Sur, que concentra la creatividad mas vanguardista de Asia junto al sustrato cultural que Londres, como metrópolis, dejó antes de que se independizaran.
Sydney es, como las grandes ciudades coloniales británicas de Asia (Singapur y Hong Kong), una especie de ciudad global del futuro, con una mezcla inusual de todas las razas y religiones del mundo que viven en armonía. Es aquí donde más se puede apreciar los beneficios de la buena globalización.
Hasta pronto Sydney.