SALENTO y el eje cafetero

Después de 4 horas en bus desde Cali a Armenia y una hora más en taxi, llegamos a Salento. Era muy tarde, de noche, llovía, mucha humedad y un olor a verde que te hace ser consciente que estás rodeado de un bosque tropical extraordinario.

Salento es un pueblo de estilo colonial, de unos 3.000 habitantes y localizado en el departamento del Quindio (centro-oeste de Colombia). Se fundó el 5 de enero de 1842 por un grupo de señores paisas (de la zona de Medellin) que se desplazaron a esta zona para desarrollar el cultivo del Café.

Por Salento pasaba el “camino Nacional” (hoy casi desaparecido), uno de los principales ejes de comunicación que unían el virreanito de la Nueva Granada con el Virreinato del Perú, por eso durante el siglo XIX fue lugar de paso de varias delegaciones oficiales y expediciones botánicas como las de Mutis (si, ese señor que aparecía en los billetes de 2.000 pesetas) o la de Humbolt.

Salento, como todos los pueblos coloniales, tiene una gran plaza (llamada de Simón Bolivar) de las que sale la calle Real y unas pocas calles en forma de cuadricula con casas de colores muy fuertes que parecen competir entre ellos. Está lleno de hombres tipo Juan Valdez que se pasean por el pueblo o bien charlan animadamente a la puerta de billares y tiendas variopintas.

La mejor manera de ver Salento es subir a sus miradores porque te permite tener una visión en modo Google maps y al mismo tiempo apreciar la selva tropical que rodea el pueblo.

Los motivos que nos llevaron a Salento fueron dos, descubrir las explotaciones de café y visitar el Valle del Cocora, las palmas de cera y los bosques de niebla. Todo ello a pie, sin prisa y disfrutando lenta y plenamente la naturaleza.

El valle del Cócora

Con provisiones de comida para una semana (nunca se sabe qué puede pasar en las montañas), a las 7 de la mañana fuimos a la plaza Bolivar para hablar con los campesinos que se desplazan en Willy’s (algo así como los Citroen méhari pero más solidos) y que a cambio de unos pesos, nos llevan hasta la entrada del valle del cócora donde empieza nuestra ascensión, a pie,  a las nubes.

La primera parte del trayecto (5 km) se hace por un camino de animales lleno de fango, charcos y excrementos de vacas y caballos compartiendo el camino con animales y algún que otro guarda del parque a caballo.

De repente, el camino de animales acaba y entramos en una zona de bosque tropical cerrado, donde apenas entra la luz del sol y descubrimos árboles centenarios rodeados de líquenes, musgo, helechos gigantescos con hojas de 2 a 4 metros de grandes y decenas de ríos bajando de los Andes que tenemos que cruzar por pequeños puentes precarios de dudosa estabilidad.

Pero la parte más dura fue una subida de 800 metros por un camino casi en vertical que nos llevaba a los 3.000 metros de altitud!!!. (la caminata más dura que he hecho en mi vida).

A medida que subíamos nuestras piernas flaqueaban más y más, la altura y la falta de oxigeno hacía que nos ahogáramos y……cuando miraba a Daniel, unos pasos detrás de mi, me daban ataques de risa incontrolados que se le contagiaban y hacían ahogarnos aún más 🙂

Poco a poco la niebla fue rodeándonos, se hizo muy espesa y de repente fuí consiente que estaba en el bosque de niebla, esas pocas partes del planeta en zonas tropicales donde se forman las nubes de todo el mundo.

Y en la parte alta de la montaña, como si se tratara de un espejismo, apareció la casa de un agricultor que nos ofreció un chocolate caliente y unos trozos de queso que se mojan en el (y que sabían a algo así como si mordieras un trozo de caucho).

Desde allí empezamos los 7 km de bajada y a través de la niebla empezamos a ver las palmas de cera, endémicas de esta zona de Colombia. Son las palmeras más grandes del mundo que llegan a alcanzar una altura de 80 metros y que al estar en peligro de extinción fueron declaradas árbol nacional de Colombia.

Al llegar al hotel ni Dani ni yo podíamos mover un dedo, extenuados por el cansancio pero muy orgullosos y satisfechos de haber sido capaces de realizar el recorrido completo.

Las explotaciones cafeteras

Saliendo de Salento por caminos utilizados por ganaderos y campesinos, vamos bajando por un bosque tropical hacia los valles cafeteros. A medida que bajamos, hace más calor, más humedad y empiezan a aparecer miradores con vistas espectaculares sobre las montañas, los valles y el río Quindio.

Entramos en una finca y nos atiende el Señor Elias, octogenarío que ha dedicado su vida al cultivo del café y que está encantado de enseñarnos su finca, contarnos su vida y su pasión por el café.

En la visita al cafetal nos explica las 3 variedades de café orgánico Arábiga que cultiva, la diferencia entre los árboles, los ciclos de vida, las características de cada uno, las diferencias de colores de las bayas, las plagas que les afectan, los árboles que les dan sombra…..

De nuevo en la casa, nos muestra como sacan el grano de la baya, que fermenta antes de limpiarla 3 veces, la zona de secado de granos, que se deben mover continuamente para que se seque totalmente y una vez seco, se le quita la cáscara para sacar un grano blanquecino que se tuesta delicadamente para evitar que se queme.

Lo muelen delante de nosotros y nos prepara el mejor café que he probado en mi vida.

Salimos de su finca y continuamos bajando hasta cruzar el río Quindio mientras vemos casas y cafetales impresionantes donde viven los terratenientes de la zona. Llegamos a un pueblito cafetero llamado Boquia donde cogemos un bus que nos devuelva a Salento.

El cafe

Y al octavo día, Dios creó el café.

El descubrimiento del Café como bebida pudo tener su origen en los monasterios islámicos de Yemen hace unos mil años, auque solo se conoce a través de leyendas.

A partir del siglo XV se encuentran en Oriente Próximo establecimientos dedicados al consumo del café,  que eran centros de tertulia y actividad cultural e intelectual.

Su consumo se hizo popular en Europa a finales del siglo XVII gracias a su importación por los comerciantes venecianos y a partir de entonces algunos países europeos (Francia y Holanda) empiezan su cultivo en sus colonias de Ultramar. Muy pronto misioneros, comerciantes y colonos lo extendieron rápidamente por los territorios de Centroamérica, Sudamérica y áreas tropicales y subtropicales de todo el mundo.

Actualmente es la tercera bebida más consumida del mundo después del agua y el té, pero se prevé que supere al té debido a que países como China han empezado a consumirlo masivamente.

La caficultura es la actividad económica que genera mayores ingresos y desarrollo social en las zonas rurales de Colombia. Genera casi 800.000 empleos directos y más de 1.5 millones de indirectos aportando el 17% del PIB agrícola.

De acuerdo con la Organización Internacional del Café (OIC), el café es uno de los productos primarios más valiosos en la economía mundial ya que durante muchos años, y hasta la crisis de los 90, fue el segundo en valor como fuente de divisas para los países en desarrollo, después del petróleo.

El café tiene una importancia crucial para la economía y la política de muchos países en desarrollo ya que las exportaciones representan una parte sustancial de sus ingresos en divisas, en algunos casos más del 80%.

El consumo mundial de café se sitúa en torno a los siete millones de toneladas al año siendo Europa el mercado más grande seguido de Estados Unidos y Japón.

Colombia es el segundo país del mundo en producción de café (750.000 toneladas), después de Brasil.

Y Curiosamente en Colombia no saben hacer bien el café, ya que lo hacen filtrado, por lo que a los mediterráneos no nos suele gustar mucho.

Sin embargo hay pequeños empresarios que están dignificando el café en Colombia como Cafés Juan Martín que tiene un café en Salento (carrera 6 #6-14) donde vale la pena dejarse caer para conversar con los camareros que amablemente te explican el cómo y el porqué en un ambiente relajado y perfecto para, simplemente, no hacer nada.

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