Precioso nombre para una ciudad. Siempre que había escuchado este nombre imaginaba una ciudad paradisíaca a orillas del Pacífico….bucólica, tranquila, relajada, vacacional y por el nombre hasta celestial.

Nada más lejos de la realidad.

Cuando llegué desconocía que el origen de este nombre se debe al navegante español Juan de Saavedra, de visita por esta zona dentro de la expedición “desde Cusco al fin del Mundo”, que al llegar en 1536 decidió darle el nombre de su pueblo de origen, Valparaiso de arriba, pedanía de Carrasposa del Campo (Cuenca).

En 1544 la declaró puerto de Santiago de Chile y empezaron a crearse asentamientos y edificios portuarios sin que llegara a fundarse oficialmente como ciudad. Y así siguió hasta el siglo XIX cuando después de la independencia de Chile del imperio español en 1810, y la apertura al libre comercio, se convierte en un lugar estratégico de las rutas navieras que cruzaban desde el pacifico al atlántico por el estrecho de Magallanes.

A mediados del XIX Valparaiso ya se había convertido en el principal centro comercial y financiero de Chile y creó la primera bolsa del país. Debido a esta bonanza, empezaron a llegar miles de inmigrantes alemanes, franceses, italianos, croatas, españoles y principalmente británicos.

Pero esta situación duró muy poco tiempo ya que en 1914 abrió el canal de Panamá y Valparaiso entró en decadencia por la caída del tráfico marítimo interoceánico.

Hoy en día Valpo (como la llaman por aquí) es la segunda ciudad del país, con casi 300.000 habitantes descendientes de varias generaciones de exploradores, inmigrantes y aventureros, sede de la universidad pontificia católica, del Congreso Nacional de Chile (traído aquí por Pinochet), de la comandancia de la Armada y de las principales escuelas navales.

La llegada a la ciudad no puede ser peor…me parece caótica, ruidosa, sucia, abigarrada, confusa, desplanificada, desordenada y estrepitosa.

Y a las 2 horas…bella, única, genuina, adorable, con una personalidad impresionante y difícil de trasmitir a quien no haya estado aquí.

La ciudad es como una especie de anfiteatro volcado hacia el océano pacífico que, mires donde mires aparece imponente, calmado….sin olvidar que es un feroz destructor cuando se quiebra la tierra, que en estos lares suele ser bastante habitual. Son curiosos los omnipresentes barcos de la armada en mitad de la bahía….que no dejan de inquietarme, ya que en caso de tsunami arrasarían la zona llana de la ciudad. Y esto es algo que está siempre presente mientras paseas por Valpo ya que hay decenas de carteles indicando las vías de evacuación hacia las zonas seguras.

Antes de venir a Valparaiso no había leído nada, no sabía nada de ella, quería dejarme llevar , enfrentarme a ella virgen, que mi instinto me guiara  y me hiciera conocer la ciudad poco a poco.  Y para eso dediqué tres días que me hicieron descubrir que la ciudad tiene cuatro partes claramente diferenciadas:

Viñas del Mar: aunque es una ciudad independiente de Valparaiso, está pegada y sería algo así como la playa de Gandía a Gandía. Playa, edificios, paseo marítimo, orden, limpieza, jardines….y hasta un museo con el único Moai que ha salido de Pascua. Nada que ver con Valpo. Un quiero y no puedo parecerme a la riviera francesa o a Benidorm o a south Beach o a Bondi.

El Puerto: Es uno de los más activos del país en cuanto a trafico de mercancías, asi que hay decenas de grúas moviéndose sin parar mientras los camiones van y vienen frenéticamente. También está la parte turístico pesquera que es muy agradable para pasear, tomar el sol, ver la gente pasar y observar a los  lobos de mar gritando ofreciendo los paseos en barca por la bahía.

El llano: era una franja estrecha y larga pegada a los cerros que ha ido ganado terreno al mar, hasta convertirse en una zona de unas 5 manzanas de ancho. Allí está la plaza de Sotomayor, con modernos edificios de consignatarias, el precioso edifico neoclásico de la Armada, el consejo nacional de Cultura….y justo a pocos pasos, los edificios de la bolsa, el elegante Reloj Turri y el primer periódico en español todavía en funcionamiento, el Mercurio.

Y cientos de tiendas, bares, cafés, restaurantes, parques, terrazas, gente apresurada, coches y buses atascados…

Para desplazarse por el llano, nada mejor que subirse a los trolebuses americanos de 1947, los mas antiguos del mundo aun en uso, que le dan a la ciudad un toque 50’s encantador.

Los Cerros: Nunca hubiera salido de los cerros.

El atractivo de Valparaiso es que se desliza hacia el mar en forma de cerros….muchos cerros, que son un reducto de paz y tranquilidad. Es aquí donde se encuentra uno de los mejores ejemplos de desarrollo urbano y arquitectónico de Latinoamérica a finales del XIX.

Aunque solo hay 45 nombre de cerros, nadie sabe con exactitud cuantos hay porque se entremezclan, son laberínticos, caracoleados, retorcidos. Para desplazarse de uno a otro se abren pasadizos, escaleras, callejones….y para subir desde el llano a ellos  llegaron a funcionar hasta 30 funiculares-ascensores, de los que todavía quedan una docena en uso.

La belleza actual de Valparaiso es consecuencia de haber sido destruida cuatro veces por los desperezos de la Tierra, el más grave en 1906,  que obligó a arquitectos e ingenieros a utilizar elementos constructivos más sísmicamente amigables como la madera.

Con madera se desarrolla una arquitectura portuaria, popular, simple, colorista, estridente que, en ocasiones, acaricia el modernismo sin llegar a dejarse ver.

Es impresionante ver cómo la arquitectura colonial española se ha mezclado con otros estilos europeos, especialmente el victoriano, que fue traído por los inmigrantes británicos dando lugar a miles de casas de colores apiñadas (o mejor dicho garrapiñadas) mezcladas con iglesias luteranas, anglicanas y católicas.

Aunque cerro Alegre y cerro Concepción son los más populares y visitados, es aconsejable visitar cerro artilleria y dejarse perder sin rumbo, pasar de un cerro a otro para descubrir calles, iglesias, tiendas alternativas, cafés bohemios, graffitis, terrazas, locales de denuncia política y social….

Todo ello sin olvidar el palacete mas impresionante, el Palacio Baburizza, sede del museo de Bellas Artes con una exposición horrenda de pintura costumbrista local.

Por todos estos motivos y más la UNESCO decidió declararla Patrimonio de la Humanidad en 2003.

Aun queda mucho trabajo de restauración por hacer, pero dentro de 10 años,Valparaíso habrá soterrado los antiestéticos cables de la luz, habrá creado mas paseos mirando al pacifico, habrá peatonalizado muchas zonas, se habrán creado decenas de nuevos negocios encantadores…entonces será mas bella que nunca y hará honor a su nombre de perla del pacifico.

Y entonces habrá perdido todo su encanto.